martes, 13 de marzo de 2012

Puente al Infinito. Capítulo 1, parte 3


-Es una historia larga, enredada y tienen muchos espacios en blanco- le advertí, antes de empezar.
-Así son todas las historias de vida, Dana. Si contar las vivencias de una persona se convierte en tarea fácil, indican que nunca probaron el verdadero sabor de vivir. La vida se basa en enredar nuestros destinos entre sí. Así que, continúa.
-Bien. Creo que debería empezar por dónde comenzó todo: el casamiento de mis padres. Mi padre era un soldado del ejército. Tuvo la suerte por mucho tiempo de que no hubiera guerras en nuestro país y su trabajo consistía básicamente en educar a los nuevos reclutas.
Mi madre era doctora en el cuartel. Consiguió ese trabajo siendo muy joven, por sus altas calificaciones y rápidamente se hizo conocida por su buena predisposición y sus extensos conocimientos de medicina.
A pesar de vivir en el mismo lugar, los caminos de mis padres no se cruzaron hasta el día en que hubo un bombardeo que destruyó parte de la escuela militar y por el cual, mi padre resultó herido de gravedad.
Ángela, mi madre, cuidó de él con abnegación hasta que finalmente se recuperó. Tuvieron un breve romance de 5 meses y finalmente se casaron. Un año después nací yo.
Durante los primeros años, éramos muy unidos. Mi padre seguía trabajando en la escuela militar y mi madre consiguió un trabajo en un hospital cercano a donde vivíamos. Pasábamos tardes enteras contándonos historias maravillosas, de duendes, hadas, ogros y magos. Mi amor por la lectura nació apenas pude leer y mis padres me alentaban a devorar los volúmenes que teníamos en la biblioteca.
Todo era perfecto, hasta el día en que mi padre fue despedido. Nunca supe la causa real pero suponía que había sido reemplazado por alguien más joven. Desde ese día, nuestra familia se fue desmoronando.
Mi padre se sumergió en una depresión de la que nunca salió. Él pasó de ser una persona amable, equilibrada y llena de alegría a convertirse en una sombra que no mostraba emoción alguna y que parecía totalmente desconectada de todo, excepto su propio sufrimiento.
Mi pobre madre tuvo que hacerse cargo de mantenernos a los tres y pronto comenzó a volverse irritable, nerviosa y frenética. Trabajo todo el día y yo casi nunca la veía, por lo que estaba obligada a compartir mis tardes con ese ser taciturno y melancólico que ahora era mi predecesor.
Creía que la situación no podía empeorar pero aún nos faltaba mucho para tocar el suelo.
Una mañana en la que falté al colegio, un hombre tocó a nuestra puerta. Como mi madre no estaba y mi padre no iba a hacer nada, decidí atenderlo yo.
Vestía de negro de pies a cabeza y su cabello era de un furioso color escarlata. Pero eso no era lo más llamativo de aquel personaje. Había algo en sus duros ojos azabaches que provocó en mí el mayor miedo que sentí nunca. Un escalofrío me recorrió entera cuando comprendí que la presencia de aquel extraño sólo podía significar que más malas noticias estaban en camino.
-¿Eres Dana Busch, la hija de Álvaro Busch?- quiso saber, clavándome su mirada de hielo.
-Sí, soy yo- respondí, aterrorizada.
-Vine a dejarle esta carta a tu padre- me informó y me entregó un sobre negro con un gran emblema en rojo- No debes abrirlo. Sólo él puede conocer su contenido.
Asentí, con la desesperación trepándome por la garganta al ver que mis sospechas eran ciertas.
-Te aseguro que sabré si has leído la carta, niña- me amenazó. Sus pupilas se encendieron por un instante y pude ver el mismísimo fuego del infierno en sus ojos.

2 comentarios:

  1. Me entró la curiosidad. ¿Quién era ese hombre? Seguí escribiendo así lo averiguo ,)

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  2. ¡Hola! ¿cómo estás? Y uhh, yo tambien quede intrigada.
    ¿Quién era ese hombre?
    Me gusta mucho tu forma de narrar, tienes talento *-*, no me cuesta visualizar la historia, y las voces también puedo distinguirlas sin problemas.
    Te sigo leyendo ^^.
    Cuídate mucho! y adiós.

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