martes, 20 de marzo de 2012

Puente al Infinito. Final del Capítulo 1


Sin decir más, desapareció, dejándome aterrada y paralizada. Cerré la puerta y decidí que iba a darle la carta a mi padre en ese instante y olvidarme del asunto.
Lo cierto es que nunca pude olvidarme de aquel encuentro, y mi padre tampoco. Sabía que cuando depositara aquella esquela en sus manos, vería el primer cambio en él en mucho tiempo. Y no me equivocaba.
-Papá, han dejado esto para ti- susurré, dejando la carta sobre el apoyabrazos de su sillón.
Él me ignoró por un instante y finalmente tomó el sobre. Lo observó por un momento, desganado y como si no le importara, hasta que descubrió aquel extraño símbolo rojo. De repente, se tornó pálido como una hoja de papel y por un segundo creí que iba a ahogarse por la forma en que se esforzaba por inhalar.
-¿Papá, estás bien?- pregunté, aunque ya conocía la respuesta.
Se puso de pie bruscamente y me tomó por los hombros con fuerza.
-No quiero que le menciones esto a nadie. Ni la carta, ni el hombre que te la dio ni esta conversación- me ordenó con una autoridad y seriedad que hacía tiempo no escuchaba en su voz.
-Te lo prometo- dije, casi al borde del llanto.
-Bien- murmuró y huyó para su dormitorio.
Yo permanecí allí, paralizada y así me encontró mi madre cuando regresó.
-¿Qué te ha pasado, hija?- quiso saber, con la preocupación en el rostro.
-Nada- mentí-. Sólo estoy algo cansada.
-Pues ve a tu cuarto a descansar, yo te llamaré cuando la cena esté lista.
No dudé y escapé a la seguridad de mi dormitorio. Apenas cerré la puerta, un torrente de lágrimas brotó de mis ojos, sin que pudiera contenerlo. Luego de desahogarme por un largo rato, me prometí a mí misma que jamás volvería a pensar en nada de aquello, que actuaría como si nunca hubiera abierto la puerta y que seguiría mi vida, para dejar atrás aquel infierno que era mi familia.
Los años pasaron y yo crecí rodeada de mentiras, engaños y sentimientos fingidos. Mis padres se convirtieron en unas sombras que formaban parte de mi vida de forma ocasional y yo aprendí a valerme por mí misma. Estudiaba con ahínco, desesperada por encontrar una oportunidad de irme lejos y hallar un lugar que realmente pudiera considerar un hogar.
Mi único refugio fue la biblioteca de mi colegio. Allí conocí a mi único verdadero amigo: Frank. Él fue quien me permitió esconderme entre las miles de páginas de los libros que llenaban los estantes de su querido santuario y quien me alentó para que escribiera mis propios textos.
A veces me parecía que los momentos que pasaba con él hablando de las novelas que había leído, mientras tomábamos té eran los únicos que valían la pena. Quizás creas que tuvimos un romance pero lo cierto es que Frank se convirtió en una suerte de padre y hermano para mí.
Aunque tarde tiempo en sincerarme, le confié mis secretos, mis penas y, sobre todo, mis más profundos anhelos. Él es el único que realmente conoce a la verdadera Dana, que se esconde detrás de una fachada de una muchacha callada, estudiosa y responsable.
-¿Y quién se esconde detrás de la máscara?- me preguntó, interrumpiéndome por primera vez.
-Una soñadora- le respondí, sin siquiera detenerme a considerar que le estaba mostrando mi alma a un desconocido-. Alguien que todavía cree que el mundo se puede cambiar, que aún hay mucho por hacer.
-Pues, creo que somos dos, querida. Tengo 60 años y aún no he perdido la esperanza.
La regalé la sonrisa más sincera y brillante que había esbozado en años. Aquellas eran las primeras palabras de aliento y empatía que había escuchado en mucho tiempo y actuaron como un bálsamo para mis heridas.
-Me haces acordar a Frank- le dije, aún sonriente-. Él nunca pierde la fe, siempre le encuentra el lado bueno a las desgracias.
-Es eso o volverse loco, ¿no lo crees?- me contestó, levantando los hombros.
La moza llegó con nuestro pedido y por un rato largo, el silencio reinó entre nosotros. Cuando terminamos, sentí que la curiosidad me embargaba y rebusqué en mi cabeza la forma de seguir la conversación.
Albano, casi como si pudiera leerme la mente, murmuró:
-Ahora me toca, ¿verdad?
Sonreí con timidez, avergonzada.
-Es lo justo. Tú me has contado tu mayor secreto, sin siquiera conocerme- me aseguró-. Voy a contarte quién soy, pero primero quiero que me acompañes a un lugar que creo que te gustará, por lo que me has contado.
-Déjame adivinar… ¿una biblioteca?
Ambos reímos, como si nos conociéramos de toda la vida.
-Has acertado. Allí podrás quedarte y sentirte cómoda, rodeada de libros.
Volví a sonreír. En ese rato que habíamos pasado juntos había portado más sonrisas que en toda mi vida. Pagamos la cuenta y luego salimos al frío exterior. Me enfundé la capucha y seguí a aquel hombre, sin siquiera saber que mi vida estaba a punto de cambiar.

4 comentarios:

  1. "-Pues, creo que somos dos, querida. Tengo 60 años y aún no he perdido la esperanza."
    Pues... Creo que seremos tres entonces .) O quizás cuatro... ¿Estás de acuerdo, Leo ,)?

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  2. Hola!! Que bonito blog tenes!! :) Y que bueno lo que escribís.. xD

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  3. ¡Hola! ¿cómo estás?
    Ayysss que lindo cap. Me encanto, igual que los anteriores. Escribes muy bien (ya te lo he dicho, pero te lo repito).
    Me gusta mucho la historia, y espero la continúes.
    Y bueno yo soy igual que Frank, siempre le veo el lado positivo a las cosas, ¡siempre!, y comparto con Dana su opinión con respecto al mundo. Soy toda una soñadora, y espero llegar a cumplir sesenta años, y ser igual que ese señor.

    Cuídate muchísimo, y adiós.

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  4. Hola! Me encanto este capítulo que escribiste, es muy hermosa la historia de Dana(en parte me senti identificada) y el blog está re lindo!!
    Adios!!

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