viernes, 7 de diciembre de 2012

Apaga la luz.


En la oscuridad, los opuestos se invierten. Los rincones conocidos y hogareños se transforman en lúgubres escondites; los objetos pasan a ser sombras acechantes y los habituales sonidos se convierten en misteriosos y atemorizantes.
Igual que nuestras pupilas cambian al desaparecer la luz, nuestra mente modifica su método. La seguridad y la tranquilidad de saber que estamos en nuestro hogar son reemplazadas por una molesta incertidumbre, como si una vocecita maligna nos advirtiera al oído que nada es lo que parece en el reino de las sombras.
La fría lógica que acompaña nuestros días desaparece en nuestras noches. Los miedos más guardados se desprenden de su óxido para volver a aterrorizarnos con bestias increíbles y monstruos ficticios. Están ahí, debajo de la cama, acechando y esperando nuestros descuidos para atraparnos.
Cerramos los ojos, intentando escapar del delirio opaco y lóbrego de nuestras pesadillas nocturnas pero ya no somos aquellos niños que podían disipar sus temores con sólo prender la lámpara de noche. Hoy nuestros miedos, nuestros monstruos existen a la luz de sol y bajo el brillo de la luna. Son pálidos y ásperos y se mueven como gusanos, carcomiendo nuestras defensas y dándonos escalofríos.
Quizás por ser adultos debamos jugar nuestros papeles de valientes. Sin embargo, todos somos niños cuando apretamos el interruptor. Las sombras nos rodean, nos abrazan y no nos dejan ir

1 comentario:

  1. El 80% de la información que recibe el cerebro proviene de la visión. Cerrar los ojos es vital a la hora de concentrarse y relajarse. De ahí que la mayoría de las ideas surjen antes de dormir. Consejito: Lapiz y papel a mano en la mesita de luz ;)

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