lunes, 11 de marzo de 2013

Su reflejo a través del espejo


La superficie cristalina del lago le devolvía la imagen de su rostro joven, de suaves facciones y firme resolución. Sus ojos azules se reflejaban en el agua con un tono opaco y borroso, ocultando el habitual brillo que los adornaba cuando una amable sonrisa se dibujaba en sus labios.
Aquel día su boca estaba muy lejos de sonreír. Una duda se había prendido de su mente y con el ardor del fuego se había marcado en su mirada, desde que su reflejo había dejado de obedecerla.
Hacía sólo unos instantes, aquel rostro que había creído suyo había dejado de serlo.
La prueba había sido ínfima, sutil pero había sido suficiente. Un parpadeo fuera de lugar había desatado aquel torbellino de interrogantes dentro de ella.
¿Quién era aquella que por tantos años, con paciencia y detenimiento, había imitado todos y cada uno de sus movimientos? ¿Por qué había decidido revelarse justo ahora?
Había permanecido horas contemplándose a sí misma, buscando encontrar a la Imitadora (así había decidido llamarla) nuevamente en falta pero todo había sido en vano. Ella había vuelto a su trabajo con total precisión.
Sentada al borde del agua, intentaba encontrar respuestas a aquel absurdo. Era evidente que algún secreto se escondía detrás de aquel reflejo rebelde. ¿Era acaso que existía un mundo paralelo, exactamente igual al de ella pero al sentido inverso? Levantó su mano derecha, sabiendo que la Impostora levantaría la izquierda. ¿Serían también opuestas las reglas, los valores, la forma de escribir?
Quizás aquel mundo fuera un mundo feliz, sin dolor y sin sufrimiento. Se preguntó si la Impostora, aquella otra ella, sería feliz. Ella se sentía feliz, a pesar de sus interminables vacilaciones y una inmensa piedad la embargó por la desdicha en la que la Otra (otro sobrenombre que le había elegido) debía verse sumergida.
La atracción que la superficie espejada del lago ejercía en ella era tal que sintió deseos de sumergirse. Quería cruzar aquel portal, acortar la brecha y rodear con sus brazos a aquella versión de ella, consolarla de su triste destino de imitadora eterna. Le contaría que existía otro mundo en el que todos eran libres de elegir qué hacer sin tener que copiar los movimientos de otros.
Aquella idea la embriagó por completo y se dejó caer, sin pensarlo.
Cayó y cayó por un túnel de aguas profundas. Fuertes remolinos la empujaban, acercándola al fondo del lago y de sus dudas. El agua se infiltraba en sus pulmones, pero misteriosamente seguía respirando. Confiada, se dejó llevar por la corriente…
Cuando abrió los ojos, nada había cambiado. Se encontraba junto a su lago, con los rayos del sol acariciando su rostro. Por un instante se sintió segura de que todo había sido un sueño. Se levantó, decidida a volver a su hogar.
Entonces notó que el sauce que normalmente se erguía junto al lago, del lado izquierdo, no estaba. Aquel detalle fue la pieza que faltaba en su rompecabezas.
Sin dudarlo, se agachó junto al borde y no vio nada excepto el brillo del sol sobre el agua. En aquel instante, un grito atravesó el aire como una flecha.
Levantó su mirada con lentitud, sabiendo que se encontraría con la Verdadera, la Original, sabiendo que ella era una copia, una imitación. Sabiendo que ella era su reflejo en el espejo.

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